19 dic 2010

Eso

¿Qué es peor, el monstruo que sigue su naturaleza y hace caso a sus instintos bestiales, o el monstruo que reniega lo que realmente es con el simple fin de conseguir la tan sobrestimada aceptación?

Este monstruo es de los segundos. Es más monstruoso que ninguno por este hecho. Ruge y se retuerce en su cárcel de carne. Está ahogándose en un mar de prejuicios y miedo. Quiere salir, pero sus cadenas de ignorancia y resentimiento se lo impiden. Tira, grita, y luego descansa. Repite este procedimiento varias veces, hasta que, en una oportunidad determinada, logra romper esos eslabones malditos y nadar hasta la superficie. Allí, una infinitud de paisaje lo espera, todo para él. Corre, haciéndose uno con el viento, aullando de regocijo. Disfruta de unos minutos en libertad en el silencio de la noche, dando rienda suelta a sus instintos. Nadie lo ve, y a la vez todos lo hacen. Se ve el mismo y se autoflagela por ello, y ese es el peor castigo.

La bestia regresa finalmente a su prisión, agotado y sudoroso. Las cadenas se estrechan en torno a su cuerpo, lastimándolo, haciéndolo gritar de rabia. De rabia y de vergüenza. Vergüenza por haber escapado y gozado de esa libertad, rabia por haber tenido que aprisionarse; vergüenza por ser como es, rabia por no poder aceptarlo ni cambiarlo.

En la celda abundan los espíritus y las sombras crecientes. Se ciernen sobre el monstruo, oliéndolo y mordisqueando sus extremidades con malicia, mofándose de su dolor. Intenta liberarse una segunda vez, durante el día, pero las cadenas no ceden; al contrario, se ajustan con más fuerza todavía a sus muñecas. Su pelaje pardo se tiñe de borgoña con su sangre, pero el dolor de su cuerpo no se asemeja al de su alma. Llora grandes lagrimones que resbalan por sus mejillas y se pierden en su cuello. Su llanto no cesa en ningún momento. A veces, pasan semanas hasta que consigue deshacer sus cadenas y nadar a la superficie una vez más. A veces, apenas hace falta un minuto. El monstruo pasa el resto del tiempo sumido en la humillación y la desesperanza, preguntándose cuándo llegará el momento en el que podrá ser libre para siempre.

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