20 jul 2009

Asalto Improvisado.

El encapuchado número uno (llamémoslo Clark, tiene cara de Clark) tomó el revólver reglamentario del guardia de seguridad del banco. Sin la pistola, el hombre lucía extrañamente vulnerable, como un civil más.. El encapuchado número dos (llamémoslo Ralph), con arma propia, nos gritó que permanezcamos quietos en el piso, que de ese modo nadie saldría herido. Acto seguido, Clark fue hacia las bóvedas de seguridad ubicadas en la parte trasera, empuñando la pistola en una mano y cargando una bolsa vacía en la otra. Había que admitirlo: eran ladrones inteligentes. Habían hackeado la red virtual de seguridad del banco, ocasionando un cortocircuito en el sistema de botones anti pánico: si los presionaban, éstos llamarían al celular de uno de los ladrones, y el que hubiese intentado pasarse de listo acabaría con un hoyo en la frente. A su vez, habían borrado todo registro del banco con respecto al dinero almacenado de las computadoras y la página web. De todos modos, más vale prevenir que lamentar, así que se aseguraron en transformar cada computadora en chatarra y en quemar cada papel de aspecto importante.

Una vez dentro del banco, nos obligaron a los presentes (una mujer, tres hombres, cuatro empleados, el guardia de seguridad y yo) a tumbarnos en el suelo con las manos sobre la cabeza, y nos quitaron todos los celulares y objetos de valor que encontraron. Por fortuna, yo solo iba a sacar una tarjeta de crédito, y no llevaba una suma de dinero importante encima.

Mientras reflexionaba acerca de todo esto, Clark volvió a aparecer en el vestíbulo, con la bolsa, que antes estaba vacía, rebosando de fajos de dinero. Para desilusión de la niña que llevo dentro, la bolsa no tenía un gran símbolo de dólar pintada al frente. Cuando Clark entró en el vestíbulo y dejó la gran bolsa a un lado, el hombre gordinflón, medio calvo, con bigote de cepillo y anteojos de carey que estaba junto a mí se incorporó y se abalanzó hacia el dinero, vociferando algo sobre despidos y remuneraciones. Por su vestimenta y sus habladurías, supe que era un empleado del banco.

«Mala idea, cocodrilo» pensé al verlo moverse. Al instante un potente estallido retumbó en la sala silenciosa del banco, perforando mis tímpanos. El gordo empleado del banco cayó con un ruido sordo junto a mi, empezando a formar un charco de sangre a su alrededor. Con una mueca de asco, me aparté de él. Según su placa, la cual se estaba tiñendo de rojo, el hombre se llamaba Joe Williams y era el Gerente principal del banco. Sentí un poco de lastima por el tipo, en especial al ver una alianza dorada en el dedo anular de su mano derecha. Eso es lo que les pasa a los avariciosos, acaban con un agujero en la frente y plomo fundido en el cerebro.

Como era de esperarse, un grito/sollozo general recorrió el vestíbulo del banco cuando el gerente del lugar cayó al piso, fusilado. La mujer, que estaba a unos metros de mi, empezó a sollozar y a pedir que le devuelvan su dinero, que estaba asustada y que quería ir a casa. «Como si fueses la única, cariño» me reí en mis adentros.

-Que nadie mas intente hacerse el listo o terminarán como el gordinflón –vociferó Ralph, el encapuchado número dos y al parecer el cabecilla del dúo. Noté cierto nerviosismo en su voz: los vecinos no iban a tardar en llamar a la policía luego de escuchar ese disparo.

-Ya vacié la caja, Rick –susurró Clark a Ralph, quien al final resultó llamarse Rick-. Vayámonos antes de que llegue la policía.

-Sí, dame un minuto. Debo limpiar esto… -dijo Rick/Ralph, mientras sacaba un trapo con un líquido extraño y limpiaba todo lugar que hubiesen tocado-. Mientras acabo aquí, llévate al muerto atrás, que esta no es una escena muy agradable para las damas –masculló, refiriéndose a mi y a la mujer con el ataque de histeria.

«Será un asesino a sangre fría, pero al menos tiene consideración con las mujeres» pensé. Clark se acercó a mí y tomó a Williams de las axilas, tirando de él. El peso fue mayor de lo que esperaba (al fin y al cabo, el tipo era un peso muerto), por lo cual el revólver se zafó de su mano izquierda y cayó dando vueltas junto a mi. Qué ironía, el cañón terminó de girar y quedó apuntando hacia Clark, quien durante un corto lapso me miró con miedo y estupefacción. Entonces fue como si algo cambiase en mi, como si alguien dentro de mi cerebro pulsase un interruptor. Mi punto de vista cambió rotundamente. Ahora lo vi bien claro: no podía desperdiciar la ocasión.

Con movimientos rápidos y precisos, tomé la pistola de Clark. Me incorporé y antes de que pudiese hacer nada, le disparé entre los ojos, los cuales me miraron de forma atónita, asustada y atolondrada a la vez. Su miserable vida acabó en un pestañeo.

Antes de que Rick/Ralph se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, le disparé en el hombro derecho. A causa del dolor y la sorpresa, soltó el arma y el trapo húmedo, los cuales cayeron a escasos centímetros de la mano del guardia de seguridad del banco. Previendo sus movimientos y cómo actuaría el hombre, disparé en el hueco entre su mano y la pistola.

-Ni lo pienses, compinche –le dije, incorporándome y tomando el segundo revólver.

-¿Quién demonios eres? –preguntó Rick/Ralph con un gemido de dolor, sujetándose el sangrante hombro derecho.

-¿No te enseñaron a respetar a una dama, maleducado? –le dije, golpeándole con la culata del revolver en el hombro herido, lo que le hizo soltar un gemido de dolor-. Ahora déjame ver que hago con este desastre… Bueno, primero que nada, dame ese dinero.

Sin vacilar, le quité la bolsa de las manos y saqué uno de los fajos de billetes y conté estos últimos. Cada fajo traía cincuenta billetes de cien dólares.

-¿Cuánto dinero crees que haya en esta bolsa, Ralph? –inquirí.

-¿Ralph? Me llamo Ri…

-Cierra el pico –dije, asestándole otro culatazo, lo que provocó otro gemido-. Contesta la pregunta o te patearé en un sitio más sensible que una herida de bala.

-Hay cerca de… dos millones de dólares.

-Vaya, tú y tu fallecido amigo no son ningunos tontos. Trajeron una bolsa bien grande. Bueno, bueno… El que desperdicia, después codicia, ¿no es cierto, Ralph?

Empecé a tomar unos cuantos fajos y a guardarlos en la cartera de una mujer. Conté veinte fajos y cerré la cartera.

-Como veras, Ralphie, soy una mujer generosa. Sólo tomé cien mil, el resto te lo dejo a ti. Ahora, veamos si lo de “Ladrón que roba a ladrón, cien años de perdón” es verdad.

Tomé un celular bastante moderno de la cartera que tomé, de esos que traen Internet, cámara de fotos, GPS y una lima de uñas incluida. Marqué el 911 y pulsé el botón para llamar.

-911, ¿Cuál es su emergencia? –preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.

-¡Ha habido un asalto en el Banco Central de New Hampshire! –Vociferé sollozando, intentando parecer histérica y alterada. Los rehenes me miraban con desconcierto, por lo que les apunté con el revólver a modo de advertencia-, calle Kingston numero 348, por favor envíen a una ambulancia rápido, el ladrón le disparó a un empleado y a su propio cómplice antes de huir –me tomé unos segundos para fingir un sollozo alterado. Vi como Rick/Ralph me miraba con odio. Le apunte con el revólver a el también-. Nos tuvieron de rehenes como media hora, por favor, envíe una patrulla rápido, no debe estar lejos, lo vi huir en dirección sur…

-Cálmese, señora. ¿Están usted y el resto de los rehenes fuera de peligro?

-S-si, el ladrón huyó con el dinero de la bóveda, ¿acaso no me oye? Su compañero y el gerente están muertos… Hay tanta sangre… ¡Por Dios, apúrense! El fugitivo lleva chaqueta marrón y una media a modo de máscara, y tiene una bolsa de tela con como dos millones…

-Tranquila, señora. ¿Cuántos rehenes son?

-Aparte de mi, hay cuatro hombres, y los dos muertos… Dios, es mucha sangre… Creo que voy a vomitar.

-No se preocupe, en segundos cuatro patrullas rastrillaran el área. Enviaremos una ambulancia, por favor asegúrese que nadie se mueva y de que…

-Oh, Dios mío, volvió, ¡el ladrón volvió! –grité en un tono histérico. Acto seguido, dispare hacia la bóveda y corté la comunicación. Tomé la bolsa con dinero y se la extendí al asaltante-. Ahora bien, Ralph, Rick o como demonios quieras llamarte, te diré que es lo que haremos. Hiciste un buen trabajo eliminando todo registro sobre los ingresos del banco, así que te dejaré huir con un millón novecientos mil dólares en efectivo. Al fin y al cabo, ¿Quién necesita tanto dinero? Yo solo me llevare cien mil. Te daré uno de los revólveres, y cuando lo haga saldrás corriendo en dirección sur. Yo, por mi parte, me iré en silencio y sin molestar, y hasta luego cocodrilo, ya nos veremos caimán. No te olvides de escribir.

-Estúpida, los testigos se irán de lengua –respondió el tipo, escupiendo el piso. Se había hecho un improvisado torniquete en el hombro baleado con la bufanda de uno de los empleados.

Con expresión exasperada, levanté las dos pistolas y liquidé a los ocho rehenes aún vivos.

-Ya está, ¿feliz? El único que puede irse de lengua ahora eres tu, mi querido Ralphie, y dudo que la policía le crea a un demente que asesinó a diez personas y huyó con dos millones en metálico, ¿tú que crees?

-Me repugnas, muñeca. Hasta los ladrones tenemos códigos. No meterse en los asuntos de otro ladrón es uno, deberías aprenderlo.

-Al demonio contigo y con tus códigos –le contesté, asestándole una patada-. Ya oigo las sirenas –tomé uno de los revólveres y le quité todas las balas que quedaban, las cuales dejé encima del mostrador del banco. Se lo di a Rick/Ralph, quien lo tomó de mala gana. Acto seguido, limpié el celular que había tomado con el paño de Rick/Ralph y con cuidado se lo puse en la mano a la mujer. Todo era perfecto.

-Hora de correr, amiguito –le dije, guardándome el revolver y saliendo afuera, fingiendo que nada pasó. Con disimulo, recorrí un par de cuadras perdiéndome entre la multitud. A lo lejos, oí gritos y un tiroteo. Parecía que Rick/Ralph se había resistido. Lástima, era un tipo inteligente.

Tomé un taxi y me alejé de la escena.

-Señora, llegamos a destino. Son diez dólares.

-Tome, colega, y guárdese el vuelto –le dije, extendiéndole uno de los billetes de cien. Antes de que dijese algo, me bajé del coche y me dirigí a la puerta de la gran casa que había enfrente de mí. En el momento en que toqué la perilla de la puerta, el botón que algo o alguien había presionado en mi cerebro rato antes se apagó. Entré, y una horda de niños harapientos me rodeó, gritando y riendo. Esbozando una sonrisa, los abarqué a todos con mis brazos y les di un fuerte abrazo.

-Lanna, ya llegaste –exclamó una muchacha joven, de tez morena y cabello oscuro. Sonreía y llevaba una jarra en una mano y un recipiente lleno de galletas en la otra.

-Disculpa, Piper –conteste, librándome de los niños y abrazándola-. Tuve un par de inconvenientes de camino aquí.

-¿Pudiste sacar la tarjeta de crédito?

-Pues… De eso necesito hablar contigo y los niños.

-Claro… ¡Vamos, niños, todos callados que la tía Lanna tiene algo que decir!

Los pequeños estuvieron inquietos unos momentos más, y finalmente se sentaron en silencio.

-Debo darles una mala noticia… -empecé, pero la boca se me secó enseguida. Sintiendo que las lágrimas se agolpaban en mis ojos, decidí decirlo de forma directa-. Me voy a ir hoy. Ya no nos volveremos a ver.

Todos me miraron con expresión triste. Los niños mayores, cerca de los doce años, bajaron la cabeza. Estaban acostumbrados a perder seres queridos. Piper, la dueña del orfanato, me miro con consternación.

-Pero no me iré y los dejaré con las manos vacías, eso nunca. Le dejare a la tía Piper mucho dinero para que todos puedan vivir en una casa mejor, con muchas cosas, como televisión, y videojuegos, y mucha, pero mucha comida –al decir esto, las lágrimas se empezaron a derramar de forma imparable por mi rostro-. Recuerden que somos… Somos una familia. Todos. Nunca lo olviden, niños, pase lo que pase. El amor es algo que nada ni nadie puede superar o derrotar. Deben mantenerse unidos en todo momento, y todo saldrá bien. Háganlo… Háganlo por mí. Cuiden a la tía Piper y cuídense entre ustedes. Protéjanse. Saben lo mucho que los quiero a todos. Nunca, nunca los olvidaré. Siempre estarán en mi corazón.

Ya llorando a lágrima viva, me pare y caminé diligentemente hacia el baño, sabedora de que Piper me seguiría. No fue hasta segundos más tarde que su mano tocó mi hombro levemente.

-¿Qué demonios se supone que fue todo eso, Lanna? ¿Qué te ocurre?

-Piper… Tengo cien mil dólares en mi cartera. Es suficiente para darles a los niños una buena vida por un largo rato. Yo ya no volveré, no puedo.

-¿Volviste a robar? ¿¡Pero qué estabas pensando, Lanna?!

-Por favor, Piper, nadie en ese sitio extrañará cien mil dólares. Tienen millones de esos. Se limpian el trasero con billetes de cien. Ya es demasiado tarde, de todos modos. Toma el dinero y no digas nada. Hazlo por ti. Por los niños, Piper. Sabes que ellos se lo merecen más que nadie.

-Lanna…

-Ya basta. Es muy tarde. Debo irme ya.

-¿Qué piensas hacer? –me pregunto, tomándome de la mano. Estaba temblando-. ¿Es otra vez ella?

-Adiós, Piper –susurré sin responderle. Sí, era ella de vuelta.

Sin decir una palabra más, me fui. Los niños estaban en sus cuartos (Piper se había asegurado de alejarlos). Mejor aún, me ahorraría una escena difícil.

Caminé sin un rumbo fijo durante un largo rato, y finalmente llegué a las afueras del pueblo. En esta zona predominaban los viejos almacenes abandonados, y solo un par de coches transitaban por la carretera. Visualicé el más alejado del pueblo y empujé la puerta, pero entonces vi que tenía un candado. Saqué la pistola de mi bolsillo y disparé de forma certera, volando el viejo candado en pedazos por los aires. Entré al lugar, donde solo había cajas viejas, redes y otros elementos de pesca. Me fui hasta al fondo, me senté sobre una caja y pensé. Pensé durante un largo rato, todo lo que hice y lo que no hice, mis logros y mis derrotas, mis defectos y mis virtudes. Cuando finalmente salí de mi ensimismamiento, vi que por los grandes ventanales ubicados en la parte superior del depósito ingresaba la luz del crepúsculo. Ya habían pasado, como mínimo, tres horas. Suspiré, obligándome a no alargarlo más. Levanté el revólver, me lo puse en la boca y, con el rostro bañado en lágrimas, jalé el gatillo.


---------------


Bueno, los días como hoy (lunes) no improvisaré. ¿La razón? Los lunes suelo estar agotado mentalmente, ya saben: nuevo comienzo escolar, retomar las actividades, dormir poco... Es horrendo. Así que los lunes publicaré cosas viejas, que ya escribí. El cuento de hoy, que en un principio se llamaba "La Historia de Lenna", lo escribi en una madrugada hará una semana y media. Fue algo totalmente improvisado, y casi igual al borrador de esa madrugada es lo que les presento hoy. Lo alargué un poco y añadí un par de cosas, ademas de corregir un par de errores. Bien, eso es todo, cocodrilos. Enjoy it!


Tom (:

3 comentarios:

  1. Síii, lo publicasteeee :D! Viva Lanna *-* (aunque se murió, pero bueh xD). Me encantó este cuentillo, aunque veo que le diste un aire de Niki/Jessica con eso de "Sí, era ella de vuelta". No sé... prefería cuando Lanna era Lanna, sin complejos de personalidad ni nada por el estilo. Le da más profundidad al personaje. Pero igual es cool :3 .
    Seguí así, Tomasio. Te adoro ^^!

    ResponderBorrar
  2. No se si te diste cuenta de algo respecto a la forma en que esta escrito, Lau... xD

    En fin. El problema de Lanna es un transtorno de personalidades, pero no es para nada como lo de Niki... Ya te contaré algun dia xD

    Tomatote.

    ResponderBorrar
  3. Good morning, people.

    Me gustó, en líneas generales. Yo también pensé inmediatamente en Niki/Jessica al leer esa oración. Pero, por la manera fría y calculadora en la que actuó la mujer esta durante el asesinato, me da la impresión más de una psicópata que de una con trastorno bipolar. Aunque no tengo total conocimiento de los síntomas.

    Simplemente, me gustó. Me encantó la manera en que se mantuvo el suspenso hasta el final. Lo que no me terminó de cerrar fue el final, justamente. Me cuesta pensar en la tremenda zorra del comienzo como la pseudo Madre Teresa del final. Las personas que mató también habrán tenido hijos. Lo que hizo esta chica para ayudar a unos huerfanitos, fue traer más huérfanos al mundo. Sin mencionar que les prometió cosas vanas e innecesarias como "videojuegos". Pero bueno, eso no quiere decir que en el mundo no exista gente así. Lo que sí creo es que, a pesar del sentido paradojal del cuento en general, de "buenita" esta chica no tiene nada.

    Y bueh... Eso (xD). Rescato la forma en que está escrito y el trágico desenlace característico del autor. Siempre bien rematado.

    Congrat. y felíz día, friend (con un día de retraso).

    ResponderBorrar

A continuación podés dejar un comentario sobre la entrada, y también puedes exponer tus quejas, comentarios y/o dudas.