-No me rompas mas las pelotas Francisco, corta... No, cortala porque ya no te banco más, desde hoy que me tenés... ¿Hola? ¡¿Hola?! Pero la puta madre que te parió.
Un bocinazo, una esquina, dos personas. Como salida de un trance al guardar su teléfono celular, la mujer parece finalmente percatarse de mi presencia y sonríe con nerviosismo, soltando un suspirito de resignación, sintiéndose en la obligación de dar explicaciones acerca de sus gritos.
-Mi hijo. Viste como es, les das la vida, tu tiempo y tu plata para que te lo paguen así. Que se le va a hacer.
Es uno de esos momentos de interacción incómoda entre dos transeúntes completamente desconocidos hasta el momento. No sé muy bien que contestarle, primero porque dijo "la puta madre que te parió" siendo ella esa persona, y segundo porque asume que sé cómo es tener un hijo cuando es obvio que no soy padre, al menos no de alguien con edad suficiente de tener un teléfono, así que sonrío y miro para otro lado, concentrado en mi música, rogando que eso sea lo suficientemente cortés como para que no me vuelva a hablar. Momentos antes yo estaba pensando en algo
{esta canción me hace acordar a cuando estuve en Nueva York ojala pueda volver pronto pero por ahora tengo que ir a la dentista mañana ojala como puede ser que todavía no hayan inventado algo o tal vez ya existe algo que arregle las caries de verdad que regenere el diente o lo estimule o una manera de que los dientes crezcan naturalmente ir al dentista es horrible uh mañana tengo que entregar el trabajo practico todavía no lo empecé qué horror y en el dentista nunca sé adónde mirar es tan incómodo no puedo hablar ni puedo interactuar y tengo que mirar ese cuadro feo del rincon y me duele el cuello como cuando en la peluquería me lavan el pelo que me deja el cuello duro tendría que aprovechar y leer los textos críticos pero no tengo ganas es como estar acá parado con esta señora y que me hable porque la escuché puteando por teléfono igual por qué será que mojamos el cepillo de dientes antes de cepillarnos los dientes como surgió esa tradición a la que nadie que tenga consideración por su dentadura escapa tendrá algún respaldo médico científico activará algún químico generando una reacción o es una especie de costumbre rara asentada en la sociedad por quien sabe que razón en la mentalidad colectiva como la de no pisar las grietas de la vereda o la de cuando se pasa la sal de mano en mano hay que tirar un puñado para atrás la verdad es que nunca lo había pensado y es interesante porque si uno lo piensa si hablamos de dientes esa señora acaba de decir que Francisco es un rompepelotas o me parece a mi jaja Francisco es un rompepelotas no lo puedo creer es verdad esto o simplemente una coincidencia tampoco es que este en desacuerdo de todos modos}
totalmente distinto cuando la mujer le atribuyó a Francisco el ser un rompepelotas, y eso alertó al pequeño flaneur que llevo dentro. Me reí por dentro y un poco por fuera y con disimulo me saqué uno de los auriculares (el izquierdo, porque la mujer estaba a mi derecha y no quería que se de cuenta) y escuché con más atención. Ahora la mujer se balancea en el borde de la vereda ansiosa por cruzar, a pesar de que el semáforo está en verde y los autos pasan uno atrás del otro. Da un paso, retrocede. Otro paso, retrocede. Mientras lo hace, sigue jugueteando con el celular, sin mirar realmente lo que pasa en la avenida. Podrían atropellarla en uno de sus descuidos pero no parece que eso la preocupe mucho.
-A ver, vamos a ver si puedo volver a llamarlo... agenda, Francisco, llamar... No, no tengo más batería... La connnciencia de la lora.
Evidentemente es de esas personas entrañables que dicen en voz alta todo lo que hacen, o casi todo. No dice en voz alta que va a agitar el celular con fuerza, cosa que hace, como si de esa manera pudiese recargarlo mágicamente; no parece funcionar, asi que le da un par de golpecitos con la palma de la mano, una vieja técnica para una nueva tecnología. Parece funcionar (claro que sí), porque la veo llevarse el aparato al oído y escuchar con impaciencia. Mientras tanto todo se detiene a nuestro alrededor, y por todo me refiero a los autos. El semáforo está en rojo. Cruzamos. Yo me aburro y me vuelvo a perder
{mañana tengo demasiadas cosas para hacer no sé por qué le dije que podíamos salir hoy si tendría que estudiar Lingüística encima a tomar cerveza bueno al menos cuando vuelva voy a tener sueño pero bueno algunas cosas son mas importantes si me va mal tengo el recuperatorio encima todavía no leí nada de Argentinas para el trabajo práctico ni busque los presupuestos para el evento tengo que levantarme temprano para ir a trabajar enviar por e-mail ese listado que me llevó como una semana elaborar todavía no edite el video ni grabé los tutoriales quien me hubiera dicho que tendría una vida tan ocupada al menos soy feliz tranquilamente podria estar sufriendo ahora bueno tengo mis cosas no importa debería preocuparme por rendir los finales que tengo acumulados nunca voy a ser del todo feliz pero tampoco es un logro o un estadio o si no se la verdad al final las cosas pasan siempre por algo y es mejor de esa manera porque si no fuese así yo ahora estaría quién sabe donde las decisiones que tomé siempre resultaron correctas hasta ahora así que tan mal no debo estar}
en mis pensamientos cuando Francisco atiende. No a mí, claro (¿por qué iría a llamar a Francisco?), sino a ella, la madre con ceño fruncido, cabellera salpicada de canas rebeldes que escaparon a la tintura, con un buzo de polar de Puerto Madryn con una ballena que todo el mundo menos yo tiene. Habla justo cuando llegamos al otro lado de la calle, como completando un proceso de transición. Me perdí la primera parte de la conversación por pensar
{en el trabajo en mi futuro en mis amigos en mis no amigos en los estudios en el viaje en el pasado en el futuro en el evento en los finales en la felicidad}
en mis cosas, pero por suerte no parece haber sido nada importante.
-Sí, no, pero estoy con poca batería... Sí, buen... Bueno, sí, pero no. No. No sé Francisco, es tu padre, no el mío, vos tendrías que estar llevándole los remedios. Claro, vos estás con tu novia y yo soy la pelotuda que se hace cargo de lo que a vos no te gusta hacer. No me grites encima, porque mira que... no sé, ahora voy a ver a tu padre así le doy los remedios estos... Sí, me llamó recién porque vos no le dabas bola, y encima está con la vieja ésta, me ataca, habla cosas extrañas... Parece que fuera otra persona. Vamos a ver otros lugares a ver si... sí, sí. Así que bueno, le conseguiremos otro lugar. Qué va a ser. ¿Vos te pensás que yo tengo ganas de hacerme cargo de esto? Bueno, no. Vos sos el hijo, no yo, te repito. Si, veremos. A ver que pasa. Sí. Bueno. Gracias, dale. Chau.
La cuadra por la que vamos caminando casi a la par está prácticamente a oscuras. La mujer acelera el paso y me sobrepasa, con el teléfono nuevamente en la oreja.
-¿Hola? ¿Hola? ¡Hola! Tsk, que viejo pelotudo.
Miro para el otro lado para que no se de cuenta de que estoy atento a cada una de sus palabras, anotandolas en mi celular para poder armar un texto después, cuando veo la pintada vieja y mediocre en la pared sucia: "Agus Saavedra". Otra vez me carcajeo pero esta vez me aseguro de mirar a mi celular, adonde voy anotando
{palabras pensamientos diálogos escenas cotidianas paisajes la pared dice Agus Saavedra y esta mujer tiene un hijo que se llama Francisco what are the odds}
cada cosa que pueda servirme para armar un texto después, algo que de testimonio de la serie de coincidencias absurdas que me ocurrieron camino a un bar a las nueve menos cinco de la noche de un domingo cualquiera.
Mis distracciones me hicieron retrasarme. Es lo que pasa cuando uno se abstrae en sus pensamientos y divaga en ese lago infinito que es el inconsciente. Por suerte con tres pasos largos adelanto a la mujer
{Se llamará Iara o Araceli o Ana o Renata o Romina o algo así no sería raro a esta altura ya nada me sorprende ojalá diga su nombre}
-¡Hola, Manuel!
{Manuel acaba de decir Manuel ya esto no puede ser jajajaja esto es jajajaja el destino jajaja no lo puedo creer dijo Manuel jajajajajaja ya están todos esto es genial}
-Manuel, hola, hola... ¡HOLA! ¿Además de viejo estás sordo ahora? ¿Hola? Sí, ¿a ver ahí? ¿Me escuchás? Bueno... no, que estoy abajo. Sí, ya llegué. ¡Sí! Abrime, dale. No, a la vieja del orto esa no quiero ni verla, no, que no aparezca porque la cago a trompadas. Sí, sí, hacete el gracioso vos. Vamos a ver cómo te reís cuando te la meta en el asilo a la vieja de mierda esa. Bajá que estoy llegando tarde, dale, no tengo todo...
La frase se corta cuando la puerta que lleva a una casa escondida tras metros de pasillo se abre y aparece Manuel
{Un gusto conocerlo usted y su familia son todo un simbolismo absurdo e hilarante en mi vida y eso que todavía ni siquiera tomé nada pero tendría que ir contandome como se llama la vieja esa de mierda de la que tanto hablan dice cosas extrañas tal vez sea yo tal vez ella también sea parte de esta pantomima mística}
y los dos se saludan rápido antes de desaparecer engullidos por la negrura. Idos para siempre jamás. O tal vez no, ¿quién sabe? Uno una pared vieja y desgastada, casi invisible, irrelevante; otro un viejo sordo con una vieja de mierda que solo trae complicaciones a los que se preocupan por ellos; el último un eterno adolescente insoportable que no puede hacerse cargo de las cosas que la vida le pone adelante y escapa por la salida fácil. Cada uno de ellos existentes el tiempo suficiente para hacerme ver
{que la vida sí es una novela una de las buenas y ridículas con muchos clichés como embarazos falsos amnesia para no admitir los errores de la vida y desapariciones misteriosas cuando un actor deja la serie porque no le pagan suficiente o no es lo que pensaba}
que las coincidencias no existen, que las visitas al dentista no son fortuitas, que los caminos a los bares son los más interesantes, que los parciales al final no son tan importantes y que Dios está en las pequeñas cosas y tiene un sentido del humor exquisito.